Un desequilibrio en las bacterias intestinales puede provocar un aumento de bacterias dañinas en el intestino. Esto puede permitir el paso de toxinas a través de las paredes del intestino. Estas toxinas pueden afectar a la piel, provocando la aparición de problemas cutáneos como acné, rosácea, inflamación, dermatitis, eccemas, piel escamosa, psoriasis, etc.
Si el intestino no funciona correctamente puede provocar inflamación a causa de las toxinas que se filtran a través de las paredes intestinales. Esto puede desencadenar una respuesta autoinmune, provocando el desarrollo o empeoramiento de enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn o el lupus.
Un desequilibrio en las bacterias del intestino puede producir una alteración hormonal, provocando que el cuerpo desarrolle una resistencia a la insulina. Esto puede favorecer la aparición de la diabetes de tipo 2.
La presencia de bacterias perjudiciales en el intestino pueden interrumpir la absorción de nutrientes esenciales y de grasas. Al no poder absorberse correctamente la grasa, esto puede provocar un aumento de peso.