Cortesía/ El Tiempo
Por esta época abundan en redes sociales dietas de todo tipo que prometen recuperar formas y compensar los excesos de fin de año. Y dentro de ellas sobresalen las llamadas dietas ‘detox’, que según sus promotores, se encargan de eliminar toxinas y otros “elementos perjudiciales” para el cuerpo.
Bajo esta sombrilla, en palabras de la nutricionista Nohora Bayona, se extienden recetas en forma de smoothies, batidos verdes, licuados, zumos revitalizantes y otros similares que en lo único que se diferencian es en el nombre porque “en el fondo son la misma cosa: concentrados exentos de proteínas y de grasas”.
Bayona dice que aunque algunos de estos elementos son ricos en vitaminas y minerales, la mayoría también los son en azúcares. Muchos de ellos son de frutas y otros del tipo libre, mezclados con verduras que al licuarse pierden gran parte de su fibra, lo que facilita que estos glúcidos pasen más rápido a la sangre y se aumente la carga calórica. Un efecto contrario al que la gente espera.
El hígado
Manuel Alberto Caicedo, médico experto en nutrición, manifiesta que algunas de las creencias que empujan a la gente a consumir este tipo de batidos se amparan en la premisa de que “descargan el hígado”, algo que no está soportado en ningún tipo de evidencia. Y si bien algunos de estos zumos pueden ayudar en algo a este órgano en su proceso de absorción, también la carga de fibra puede tener un efecto laxante que la gente –o los interesados– promueven como depuración.
“Ese efecto laxante se conseguiría igualmente si se consumen alimentos enteros y con moderación”, agrega. En otras palabras simples: estos productos de ninguna manera limpian el hígado ni incrementan su función desintoxicante.
Caicedo va más allá al afirmar que el hígado, un órgano muy noble, no necesita protección adicional y, simplemente, con hábitos sanos se garantiza su buena función.
Un mal truco
Bayona señala que los promotores de estas dietas basan sus supuestos efectos en recomendar la ingesta de las bebidas en planes que tienen una duración mínima de una semana, lo que, alegan, es tiempo suficiente para depurar el organismo de manera efectiva.
Esto es absolutamente falso porque lo que ocurre es que al basar la alimentación en jugos de frutas y verduras, de diferentes concentraciones y colores, se ingiere menos energía de la que el cuerpo necesita, y el organismo trata de llevar al mínimo sus funciones vitales y adaptarse a la nueva situación. “La máquina del cuerpo se las arregla para obtener la energía que necesita echando mano de las reservas de grasa y proteínas, lo que genera algo que se conoce como cuerpos cetónicos, un residuo tóxico que el hígado debe eliminar, todo lo contrario a la idea que se vende”, apunta.
Por otra parte, estos planes dietarios incrementan el consumo de líquido y, consecuentemente, su eliminación vía urinaria, lo que hace creer a la gente que en realidad lo que expulsa son toxinas, algo que está desvirtuado. Tampoco es cierto que el peso perdido en líquido signifique una reducción específica de grasas, agrega Bayona.
Pero hay más, porque en palabras del psiquiatra Rodrigo Córdoba, director del departamento de psiquiatría de la Universidad del Rosario, en algunas personas que llegan ansiosas después de los excesos de fin de año, estas dietas incrementan su problema. “Las dietas restrictivas en personas susceptibles emocionalmente pueden desencadenar procesos difíciles de controlar y caer en transgresiones que se deslizan al consumo de grasas y dulces, lo que trae como consecuencia un aumento de peso y no su disminución, como se ofrece”, afirma.
¿Y, entonces, qué hacer?
Los expertos consultados coinciden en que se deben evitar las dietas restrictivas, aquellas que eliminan de tajo algún tipo de nutrientes porque es claro que el cuerpo necesita carbohidratos, grasas y proteínas, en proporciones adaptadas para cada persona, para un correcto funcionamiento del organismo.
De ahí que las recomendaciones que hacen para una dieta saludables sean:
- Elimine de su alimentación las bebidas azucaradas y toda fuente de calorías libres. Es decir, alimentos con azúcares refinadas.
- Empiece el año disminuyendo los alimentos ultraprocesados o elaborados con grasas industriales.
- Incluya dentro de su dieta cinco porciones de verduras y frutas, preferiblemente enteras, cada día.
- Aumente el consumo de cereales, legumbres y frutos secos.
- Consuma proteínas de alto valor biológico (pollo, pescado, carne, preferiblemente magros).
- Consuma solo una porción de carbohidratos (harina) pequeña por comida.
- Evite los fritos, la comida chatarra y las golosinas entre comidas.
- A la hora de las grasas, prefiera aceites naturales insaturados (oliva, canola, maíz, ajonjolí) y evite las grasas animales.
- Hidrátese solo con agua.
- Modere las porciones. Evite chocolates, dulces y galguerías en la oficina.
- Póngase metas factibles para perder peso; las dietas milagrosas no existen.
- Todo esto puede ayudarlo si lo combina con ejercicio de manera regular.