Laboratorio Soluna

La preocupante adicción de los niños con la tecnología

Cortesía / El Tiempo / 12 de junio 2018 

La salud mental y física de los niños está comprometida por su dependencia a celulares y tabletas.

Por: Catalina Gallo 
En Colombia existen niños y adolescentes que no pueden desprenderse de sus celulares y tabletas porque sienten angustia, ansiedad, se vuelven irritables, les puede dar taquicardia; síntomas que se alivian cuando están nuevamente conectados.

También tienen alterado el sueño porque usan las pantallas durante la noche o hasta altas horas de la madrugada; entonces, se duermen en clase en el colegio, tienen problemas de concentración y de memoria, dificultades académicas, dejan de hacer sus actividades diarias o de divertirse por estar pendientes del celular y presentan problemas en sus relaciones personales.

Todos estos comportamientos son propios de una persona adicta, como los alcohólicos o los drogadictos. La diferencia con las tecnologías es que no es una sustancia que ingresa al cuerpo la que altera la conducta sino un aparato de uso diario en la sociedad de hoy, motivo por el cual puede no resultar tan sencillo detectar que hay un problema y menos si los amigos y compañeros parecen estar en las mismas.

Jorge Alberto Aldas Gracia, médico psiquiatra, director del programa de adicciones de la clínica Monserrat y docente de la universidad del Bosque, explica que en la clasificación de enfermedades no existe una enfermedad llamada adicción a pantallas.

“Pero, en términos de atención médica, en todos los países del mundo ya se registran casos de alteraciones de la salud y necesidad de intervenciones psicológicas, psiquiátricas y psicosociales en personas que padecen problemas similares a los descritos en las demás adicciones cuando se trata de tecnologías o videojuegos”, explica el experto.

Y Colombia no es la excepción, como lo muestran algunos casos. Por ejemplo, el niño de 5 años a quien sus padres llevaron a consulta porque vivía ‘pegado’ de la tableta y del celular que ellos le habían regalado a los 2 y 3 años respectivamente, y cada vez que le retiraban cualquiera de los aparatos, el niño se ponía irritable y agredía físicamente a sus padres. Sentía ansiedad, rabia, irritabilidad.

Fue necesario que él y sus padres asistieran a terapia de familia para buscarle solución al problema. O el adolescente que no podía desprenderse de su celular porque sentía ansiedad, se la pasaba pendiente de sus chats y de las redes sociales, ya no dormía y tenía problemas en sus relaciones familiares.

Los padres lo llevaron a consulta con el siquiatra quien después de varias citas logró que el muchacho dejara de usar el teléfono. Igual que un alcohólico que no debe volver a probar un trago en su vida o el drogadicto que si quiere salir de su situación debe alejarse para siempre de las drogas.

El muchacho duró 6 meses sin usar redes sociales ni chats hasta cuando llegó a la universidad y muchas de sus clases definían tareas, trabajos, reuniones, a través de grupos de WhatsApp. Esto estaba interfiriendo en su estudio así que consultó la situación con el siquiatra y juntos acordaron un uso limitado del chat. Por ahora todo va muy bien y él ha podido manejar los horarios sin caer nuevamente en una adicción.

O el niño de 12 años que se orinaba en sus pantalones mientras estaba con su tableta para no tener que desconectarse mientras iba al baño

Y también resultan teniendo problemas de sobrepeso. La Encuesta de Situación Nutricional (Ensin 2015), presentada a finales del 2017, reveló que los niños colombianos entre 5 y 12 años tienen un 67,7 por ciento de tiempo excesivo frente a las pantallas (considerado por encima de dos horas diarias usando televisión y videojuegos). En la población de adolescentes entre 13 y 17 años esa cifra sube a 76,6 por ciento.

Ese tiempo de más frente a la pantalla es definido directamente por la Ensin como sedentarismo y mencionado como factor de riesgo para sobrepeso y obesidad, menores niveles de actividad física, déficit progresivo de la masa muscular, menor desempeño escolar, trastornos del sueño, problemas de interacción social, comportamientos agresivos, consumo de alcohol y cigarrillos y déficit de atención. Y abundan los casos de niños y adolescentes con ansiedad e irritabilidad que llegan incluso a agredir a sus padres cuando ellos intentan ponerles medidas frente al uso de los aparatos.

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