Lo ideal es que las madres alimenten a sus hijos, como mínimo, durante seis meses. Así lo recomendó la última investigación de la Organización Mundial de la Salud. El estudio, aplicado en 16 países europeos, insiste en que los beneficios de la leche en polvo son engañosos.
Desde hace doce años la Organización Mundial de la Salud (OMS) vigila con lupa la obesidad infantil en el mundo. Su método, en Europa, especialmente, es un programa llamado Cosi, con el que reciben datos provenientes de 40 países acerca de niños. Analizando esa información, los expertos se preguntaron si existía un vínculo entre esta problemática y la leche de fórmula, de uso popularizado en la región. La respuesta es sí.
Para determinarlo, los investigadores de la OMS monitorearon datos de casi 30.000 niños registrados en Cosi. Según sus historiales, más del 77% de los niños europeos fueron amamantados, aunque la lactancia varía en cada país del continente. En Irlanda, por ejemplo, el 46 % de las mujeres nunca había dado leche a sus hijos, lo mismo pasó con el 34 % de la población materna en Francia.
En el Reino Unido, por el contrario, el promedio de mujeres que lactan es bajo. Si bien el 81 % de ellas tiene la iniciativa de hacerlo, a las seis semanas la mayoría de ellas claudica, quedan solo un 24 % en el caso de Inglaterra. Pasado medio año, solo el 1 % ha continúado con esta práctica.
El cruce de esos datos con las cifras de niños obesos en la región es diciente. El 16,8 % de los niños que reportan nunca haber sido amamantados son obesos. Al igual que el 13,2 % de los que sí fueron alimentados con leche materna y con la baja cifra de 9,3 % que tuvieron una dieta sus primeros seis meses de vida con el seno de sus madres. «Los niños que nunca fueron amamantados tiene 25% más de posibilidades de ser obesos» con respecto a aquellos alimentados con leche materna durante seis meses o más, constató la OMS a partir del análisis de la muestra.
Esta diferencia estadística, establecida sobre la media de 16 países europeos analizados, fue presentada en el Congreso Europeo sobre Obesidad en Glasgow y publicado en la revista Obesity Facts. La posición de los expertos está argumentada en que amamantar hace que la introducción de alimentos sólidos, que pueden estar cargados de mucha energía, se retrase. Además, los estudios científicos sobre la leche de tarro han establecido que este alimento suele producir niveles más altos de insulina en la sangre, lo que podría estimular la deposición de grasa en los bebés.