Investigadores le pidieron a 30 personas diagnosticadas con trastorno de ansiedad generalizada que escribieran qué les preocupaba durante un mes. Pasado ese tiempo, el 91.4 % de sus inquietudes no se cumplió, lo que demuestra que los temores a corto plazo no son reales.
Diariamente nos atacan ideas que no, necesariamente, se acercan a la realidad. Pensamientos sobre un ladrón que va a burlar la cerradura de nuestra casa y se llevará todas nuestras pertenencias o la sospecha de que alguien que camina detrás de nosotros en la calle nos persigue para hacernos daño. También imaginamos cosas como que nos irá mal en algún examen o trabajo, que no podremos con el reto que hemos asumido o que nuestra pareja nos engaña pese a no tener pruebas de ello. Estas inquietudes, aunque sean parte del futuro o tengan mínimas probabilidades de ocurrir, revolotean en nuestra cabeza generando ansiedad y en extremos, depresión. Lo que no tiene sentido porque, de media, el 91% de las preocupaciones de las personas no se hacen realidad.
Así lo demostró un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos), publicada en la revista internacional Behavior Therapy. En este, investigadores le preguntaron a 30 personas diagnosticadas con trastorno de ansiedad generalizada que escribieran en un papel las cosas que más les preocupaban a lo largo de un mes. Pasado este tiempo, la mayoría de sus inquietudes no se materializó.
De hecho, el 91,4 % de loas asuntos anotados quedó en el aire revelando que, si bien preocuparse es humano, un gran porcentaje de nuestro desasosiego solo ataca directamente la calidad de vida, dando lugar a emociones de ansiedad que pueden terminar en trastorno o en situaciones de mucha presión, en depresión. Teniendo en cuenta esto, “una mayor evidencia de la inexactitud [en las preocupaciones de los sujetos estudiados] evidenció una mejora superior en el tratamiento», explicaron los autores Lucas La Freniere y Michelle Newman, citados por el diario El País.
Así pues, la recomendación de los expertos es realizar este experimento: enumerar las cosas que más le preocupan, qué situaciones son las que generan en usted mayor miedo y, pasado un año, revisar cuántas de esas preocupaciones se cumplieron. Esto podrá, insisten, darle herramientas para decidir de manera informada en qué prefiere invertir sus pensamientos y emociones.