A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, especialmente cuando los demás tienen razón. Esa es una de las razones por las que muchas campañas que promoción de la salud fracasan. Muchos fumadores se sienten perseguidos por las campañas que denuncian de los efectos nocivos del tabaco o las personas más sedentarias y con sobrepeso u obesidad son alérgicos de aquellos mensajes que promueve la práctica de ejercicio. La razón, según una investigación que se publica en «PNAS», es que estos mensajes activan nuestras defensas naturales y nos hacen sentir mal acerca de nosotros mismos y nuestras elecciones, lo que lleva a nuestro subconsciente a rechazar el estímulo saludable.
Sin embargo, los autores de este trabajo han desarrollado una idea mucho más imaginativa y sorprendente para promover la salud: la idea es ‘atacar’ desde otra perspectiva y poner el foco en el beneficio sobre otras personas. De esta forma, señala el estudio, los mensajes de salud son más efectivos. La actividad cerebral de los 220 participantes no solo mostró que eran más receptivos a los mensajes, sino que se volvieron más activos físicamente en las semanas siguientes.
El estudio se realizó en la Universidad de Pensilvania (EE.UU.) y englobó a 220 adultos sedentarios que tenían sobrepeso o eran obesos, una población candidata a tener una peor salud.
«Una de las cosas que dificulta el cambio de comportamiento de estas personas es su actitud defensiva», explica la autora principal, Emily Falk, de Comunicación, Psicología y Marketing en la Annenberg School for Communication de la Universidad de Pensilvania. «Cuando se les recuerda, por ejemplo, que es mejor aparcar el automóvil más lejos y andar unos pocos pasos más, o levantarse y moverse en el trabajo para reducir el riesgo de enfermedad cardíaca, con frecuencia piensan que estas sugerencias pueden ser relevante para otras personas, pero no para ellos».
Con el objetivo de traspasar esta barrera defensiva, los investigadores idearon una innovadora: no piense en los beneficios que pueden tener estos consejos para usted, sino en lo que supondrían para aquellas personas que aman, como su familia o amigos. Y lo hicieron mientras los voluntarios estaban en una máquina de resonancia magnética (RM), lo que permitió a los investigadores analizar su actividad cerebral en tiempo real.
A todos los participantes se les presentaron mensajes de salud contundentes que los alentaban a ser más activos o denunciaban comportamientos de riesgo. Además, durante el mes siguiente todos los participantes recibieron mensajes de texto diarios que repetían el experimento en miniatura. También llevaban rastreadores de actividad física para controlar su actividad.
Para su sorpresa, aquellas personas a las que se les había pedido ‘pensar en los demás’ y reflexionar sobre las cosas que más les importaban, como sus amigos y familiares, y valores más espirituales, como su Dios u otras fuentes de poder superior, fueron mucho más activos durante ese periodo.
Además, mostraron una mayor actividad en las regiones cerebrales involucradas en la recompensa y la valoración positiva, en comparación con el grupo de control. «La gente a menudo informa que la autotrascendencia es una experiencia intrínsecamente gratificante», dice la autora principal Yoona Kang. «Cuando tienes preocupaciones por los demás, estos pueden ser momentos gratificantes». Estas sensaciones gratificantes, creen los investigadores, pueden llevar a las personas a estar más abiertas a escuchar consejos de salud no deseados.
Kang también señala que permitir que las personas se sientan parte de algo más grande que ellos mismos puede tener efectos positivos para la salud. «La gente es capaz de hacer cosas por sus seres queridos que probablemente nunca harían por sí mismas –afirma-. La idea de la autotrascendencia – cuidar a los demás más allá del propio interés propio – es una fuente potencialmente poderosa de cambio».